Nunca antes (ni después) había conocido una estampida de público semejante abandonando una sala de cine durante una proyección. Más valor tiene esto si añadimos que la entrada valía unos 7€ y que siendo proyectada en un festival de cine, con el director en la sala, con un aforo de unas 600 personas (o más) tan sólo se escucharon 2 aplausos al final de la proyección. Hay que reconocerle a La vie nouvelle su estimulante erótica para los sentidos... pero habrá que quedarse ahí ya que eso es todo lo que ofrece. Se trata de una película oscura... o mejor dicho, opaca, que no nos deja vislumbrar a dónde quiere ir a parar. Es un delirio visual que no lleva a ningún lado y que hace sentirse tonto al espectador por lo ininteligible de la historia. Su director Philippe Grandrieux no se ha atrevido a dirigir nada más desde el estrepitoso fracaso de ésta. Esperemos que se quede escondido donde quiera que esté y no volver a saber de él. Y así además no verá como arrojamos su película a los infiernos.
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