domingo, 17 de octubre de 2010

Recomendamos: La red social

Cuando muchos escuchamos por primera vez que David Fincher estaba haciendo una película sobre la fundación de Facebook sólo tuvimos un pensamiento: "ya está Hollywood intentando vendernos más mierda otra vez". Pero tengo que reconocer que ante el aluvión de buenas críticas cosechadas por la película en las últimas semanas me fue aumentando la curiosidad. Y es que La red social es toda una película. Así, sin más. Es una lección de cine, de cómo escribir un guión ágil y original pero sin estridencias, de manera que el espectador sólo advertirá su complejidad si se detiene a pensarlo. Pues se trata de una película sobre gente muy inteligente y tiene la infrecuente habilidad de lograr convencernos de que ciertamente los personajes gozan de dicha inteligencia. Algo que llama la atención son los diálogos, no sólo por su rapidez y originalidad, sino también por su verdad, porque son absolutamente creíbles. Detrás de estos están unos personajes que muchas veces tan sólo necesitan de una frase (muchas veces inacabada) para poder entenderse entre ellos. Esta forma de expresión, lejos del habitual "trato para tontos" tan habitual en el cine norteamericano, también se ha llevado al guión de manera que a lo largo de la película se tratan innumerables temas de gran calado y que dan lugar a la reflexión con apenas una frase. Es el espectador quien debe construir todo lo que ésta conlleva en su cabeza. Pero para dar vida a personajes tan interesantes es necesario un reparto a la altura y éste lo está, especialmente Jesse Eisenberg, Andrew Garfield y Justin Timberlake (personalmente también me hace gracia siempre que veo a Max Minghella en una pantalla), nombres que ya suenan y mucho para la próxima gala de los Oscars. Al lado del apartado interpretativo y del guión de Aaron Sorkin, habría que destacar el brillante trabajo de fotografía que a base de planos muy amplios, gran profundidad de campo y colores fríos consigue una atmófera de elegancia empresarial a la vez que contribuye a aumentar la sensación de isolación del protagonista. En resumen, se trata de una película de corte clásico a disfrutar en una infinidad de capas. Lo que se llama un clásico instantáneo.

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