jueves, 17 de junio de 2010

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Se podría pensar erróneamente que el cine de Guy Maddin se ve demasiado asfixiado por su formato y que sus excesos con la forma hacen que se vea demasiado relegado el fondo. Esto no es para nada así y este es un gran ejemplo. Se trata otra vez más de una película al estilo del cine expresionista alemán, muda y con narrador, pero es en su historia y en su desarrollo donde reside la fuerza de esta peculiar propuesta. Los recuerdos del pasado emergen en esta cinta de ficción en la que de forma hábil se conforma un puzzle de demasiadas piezas al que el espectador deberá prestarle atención o bien dejarse perder en el nebuloso mundo del realizador canadiense. Una obra más de un director que cuenta sus cintas por aciertos. Quizá sea este su mejor y más personal trabajo hasta la fecha.

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